El ex cantante de Genesis brindó anoche un recital de más de dos horas donde repasó toda su carrera. Fue la tercera vez que se presentó en el país. La gira del "Small Place Tour" continuará en Chile.
Peter Gabriel ratificó anoche su estatura artística al comandar un fascinante espectáculo musical y visual que hizo las delicias del público que llenó el estadio de Vélez.
Gabriel ofreció como bastonero de un septeto musical de alto vuelo y como mentor de una puesta tan bella como impecable. Aún a riesgo de que la perfección lo distanciara de los espectadores, el británico entregó un show de casi 150 minutos, que se extendió hasta la madrugada.
Desde las 22.10, ocupando de a poco el escenario que fue abierto por sus amigos de The Swan Black Effect con un certero set de rock de guitarras, Gabriel descolló como un vocalista que no sólo no perdió un ápice de potencia sino que ganó en ductilidad y matices.
Su mensaje audaz y bello sobrevoló con intensidad una base musical inspirada y un despliegue de luces e imágenes capaces de reconciliar a las buenas almas con los dones de la tecnología. La modernidad se encargó de dotar a un telón que ocupaba casi todo el fondo del escenario y mostraba capas o uniformidades sobre las que jugaban imágenes sobrecogedoras, a la vez que el concepto plasmado en las tres pantallas de video logró retratar el concierto y sus protagonistas con calidad fílmica.
A la hora de la música, el grupo fue una sutil aplanadora, un vendaval del detalle gracias a los aportes de un sonido perfecto y diferente para cada canción y al talento del aclamado bajista Anthony Levin, del baterista David Lynch, de los guitarristas Richard Evans y David Rhodes, de la tecladista Angela Pollack y de la voz de Melanie Gabriel. Esa suma de las partes no alcanza a explicar el todo que, en varios momentos de la velada, alcanzó un vuelo poco habitual en estas latitudes y absolutamente archivado si es que se lo encuadra en el territorio del rock.
Su labor en Genesis y una trayectoria solista con siete placas e innumerables proyectos audiovisuales se percibieron como herencia vital a lo largo de un concierto que lo devolvió a la Argentina tras 16 años y en donde el rock pudo percibirse como aquella cosa inspiradora y rompedora de casillas, un estatus en extinción. Puesto en el rol de anfitrión, el vocalista apeló a un esforzado castellano y fue presentando las motivaciones de cada uno de los temas que construyeron el viaje de esta tercera vez en nuestro país.
"Steam", "Blood of Eden", "Games Without Frontiers", "Tower That Ate People", "Darkness", "No Self Control", "San Jacinto", "Secret World", "Solsbury Hill", "Sledgehammer" e "In Your Eyes", se enlazaron como algunas de las estaciones que, con todo, importaron menos que el trayecto integral. Para el cierre y ante una audiencia bastante entrada en años que prefirió gozar calmadamente de la propuesta pero que para entonces ya estaba de pie y encendida, se despidió con "Father and Son" y "Biko", dedicada al luchador por los derechos humanos asesinado en Sudáfrica. "Lo que suceda ahora depende de ustedes", se despidió al clausurar el "Small Place Tour" que maravilló a Buenos Aires y tiene todavía tres escalas: el martes en Santiago de Chile, el viernes 27 en el DF mexicano y el próximo domingo en Guadalajara.
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