El grupo volvió a tocar sin su líder en Villa Ballester, junto con Kapanga y Las Pastillas del Abuelo.
Para llegar al Club Alemán de Villa Ballester hay que atravesar el profundo conurbano que mira hacia el norte, donde las rutas ya se hacen más grises y los pozos son tantos que podrían armar un sindicato. Hasta allí llegaron Kapanga, Las Pastillas del Abuelo y Attaque 77, compartiendo escenario por primera vez y ante tres mil personas, con el condimento especial que traía consigo el debut oficial de Attaque en su nuevo formato de trío tras la partida de Ciro Pertusi, uno de los últimos movimientos importantes dentro de la estructura del rock argentino.
Como corresponde a toda gala el primer baile lo arrancaron los de Quilmes, maestros de ceremonia de toda celebración rockera y sabios observadores del pulso popular, que en menos de quince minutos dieron vuelta el club y lo convirtieron en una olla a presión, divirtiéndose (la banda) y divirtiéndonos (a todos). Acomodados al menor tiempo que motiva un show compartido (cerca de una hora), los Kapanga salieron a romper nueces sin miramientos: "El Universal", "Fumar", "En el camino", "El Mono relojero", "Rock" y "Miro de atrás", un futuro hit groovy que formará parte de su nuevo disco (aún sin título) a salir en julio y que se suma a "Todo terreno", flamante adquisición a ritmo de psicocuarteto que ya habían presentado en el último Quilmes Rock.
Mientras tanto, en camarines, Las Pastillas del Abuelo -más algunos pastilleros ocasionales- hacían una ronda gigante, saltaban, se pechaban y arengaban al estilo Griguol. Y esa misma efervescencia fue la que cautivó (y cautiva) a los pibes y pibas que llegaron con banderas y trapos hasta Ballester y que encuentran en la banda del Piti Fernández un buen remedio para los gualichos del alma. Todos quieren saltar más alto, todos quieren ver un poco más, todos se rompen la garganta para cantar; para estar, para sumar, para que la banda sepa que no está sola. Y entonces se larga la ronda arriba del escenario, pero no se ve. Llega hasta abajo, se transforma en delirio, vuelve y se hace más fuerte. ¿Es el mejor momento de las Pastillas? Sí, puede ser, aunque aún son muy jóvenes y se los ve disfrutando un camino que pareciera lejos del final.
En una situación muy diferente llegaba Attaque 77. Reacomodadas sus tres piezas luego de la partida del cantante y guitarrista Ciro Pertusi, no era un show más para Luciano, Leo y Mariano. Pero su oficio, experiencia y equilibrio hicieron que los tres mil que atravesaron el conurbano profundo se quedaran con la impresión de que Attaque 77 estuvo allí. Con una lista que no dio respiro y que hizo paradas por toda su historia, pasaron "Angeles caídos", "El cielo puede esperar" (fueron las dos primeras canciones del concierto), "Ojos de perro", "Setentistas", "Soy rebelde", "Jorobado", "Donde las águilas se atreven", "El ciruja" y "Sola en la cancha", cuya cadencia modificaron a lo largo de toda la canción. Como trío, Attaque reparte palos por los aires y no deja espacio para una mínima fisura: las canciones suenan, Mariano es un sobrio y seguro vocalista, Luciano y Leo de Cecco se conocen de memoria y, lo más importante, los tres supieron hacer natural la difícil transición que genera la pérdida de su voz principal. "Gracias por acompañarnos porque para nosotros es muy importante el apoyo de todos ustedes", dijo emocionado el guitarrista, quien post show descargó su alegría jugando para la cámara de José Luis García, fotógrafo de Rolling Stone. Acompañados en algunos momentos por una sección de vientos (Diego Samamés en trompeta, Pablo Tenoglio en Trombón y Emiliano Puñales en saxo), Attaque fue, vio y triunfó, abriendo una puerta a un futuro que, desde aquí y a la distancia, parecería sonreír.
Por Daniel Jimenez
Fuente; Rolling Stones
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